domingo, abril 01, 2012

Diario de mi miedo más profundo e inconfesable.

Llevo un par de noches con el mismo sueño, no es un gran sueño, ni un sueño de miedo, pero si un sueño que me produce pavor. Tengo tanto miedo a lo que aparece en mi sueño que no me deja moverme, ni parpadear, ni siquiera respirar. Es un sueño que me alarma y me deja en jaque hasta el fin de la noche y el principio del día. Tengo tantas ganas de poder decirlo que a la vez me da miedo porque si lo verbalice ocurra de repente. Noches y noches de miedo incontrolado, controlado por mi subconsciente. No siempre es igual pero siempre ocurre en el mismo sitio y ese sitio es el que me produce tanto miedo. Un manicomio, psiquiátrico, casa de reposo, casa de locos. Tengo tanto miedo de tener que volver a poner un pie en ese sitio que me paraliza. Ya sé que lo que ocurrió fue un mal sueño del que tarde casi un año en despertar y darme cuenta de lo que paso que... ahora me quedo rota y pensando porque tarde tanto tiempo en darme cuenta del error que cometía al estar con esa persona que no sabía controlar su enfermedad. Y me siento tan mal de poner en riesgo la vida de Eddie y de mi familia que ahora no me queda otra que vivir con las consecuencias que ello conlleva. Y que no son más que el aumento de miedos que me hacen tambalear mi cuerpo y mi mente. ¿Estará abriéndose de nuevo la caja de mi tormento? ¿Estaré recordando sin querer por miedo de sueños que me atormentan? No lo sé, o puede que sí. Pero solo sé que si escribirles esto ayuda para que deje de soñar, escribiré cada uno de los sentimientos que sentí desde el momento en que mi pie se posó en las escaleras de esa casa de reposo. Desde el momento en que mi pareja, a la que adoraba, dejo de ser mi pareja y se convirtió en un ser completamente diferente. Sentí como mi cuerpo se rompía en mil pedazos y como cada uno de esos pedazos golpeaba vibrante el suelo blanco de mármol en el que rebotaban las lágrimas que brotaban de mis rojizas pupilas. Pero eso no fue nada, no fue nada comparado a verle cambiar y a sentir que cada vez que me abrazaba ya no estaba, cada vez que me besaba no me besaba y cada vez que me hablaba dejaba de sentir las palabras. Lo más duro fue verle irse. Irse lejos de mi y saber que él lo sabía y yo lo sabía pero él no quería decirlo y yo no quería verlo. Porque es tan duro perder sin querer perder que a veces, perder es lo que menos miedo te da. Hay canciones que no puedo oír, momentos que no puedo sentir de la misma manera y días en los que nunca me levantaría.

Han pasado ya casi cinco meses, he seguido viviendo, he seguido haciendo cosas, mis planes no han parado y sé que no pararan, pero es tan difícil volver a escuchar recuerdos que no quieres que salgan, que ahora, sin saber como, he encontrado el tiempo suficiente para sentarme delante del ordenador, con esa canción de Coque Malla que cantábamos a gritos en esa pequeña casita que hicimos nuestra. Y creo que llego el momento de olvidar esa casa de reposo y todo los sentimientos que sentimos, las decepciones, las lágrimas, la preocupación, la angustia y las muy pequeñas alegrías que consistían en poder estar cinco minutos más abrazándole, aunque sabías que a los dos minutos ya te había olvidado. Yo siempre le querré, yo siempre querré al chico del que me enamoré pero siempre tendré miedo del chico en que se convirtió. Esa es la única verdad. Vivir con un hombre al que temes, no es vida. Y amar a un hombre que no existe, no es amar, es imaginar.

Probablemente no pueda volver a amar, o probablemente si. Solo quiero olvidar sueños que me desmontan y vivir como puedo la vida que me queda. Vivir, plenamente, los días que me quedan, sean cinco, o mil. Sean los que sean, quiero vivir sin estar pensando en lo que se dice, en como lo dice, en que ha vuelto a comenzar, en que no, quiero vivir sin pensar lo que se dirá ahora y si eso conlleva volver a empezar. Quiero vivir libremente, alocadamente, quiero ponerme retos y superarlos, quiero correr rápido y ágil, quiero sentarme en el césped a mirar las estrellas, quiero besar a un hombre que no conozco, quiero que me pidan una cita, quiero ver como mi perro se hace mayor, quiero poder leer los libros dos veces, quiero trabajar en algo que me apasione, quiero trabajar en algo que me disguste, quiero enfadarme y reconciliarme, quiero equivocarme y aceptar, quiero soñar, quiero casarme algún día y quiero tener dos preciosos hijos, quiero descubrir Viena un día de nieve y recorrer la Toscana con un vestido rojo, quiero, quiero, quiero tantas cosas que... Quiero vivir. Y dejar de recordar todo lo que ocurrió. Dejar de pensar en manicomios o enfermedades mentales, quiero dejar de temer que me pase a mi, quiero vivir libremente.

Quiero dejar de temer para vivir.

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