miércoles, octubre 01, 2008

Un día libre en mi vida intelectual

Parece que haya esperado a no aguantar más, desaparecer para enamorarme de Londres, de sus rincones, parajes, escondrijos y parques. Es todo tan caótico y misterioso que hace de esta ciudad un desafío.

 12.20: Estoy en un banquito de la Iglesia de St Paul, rodeada de turistas y londinenses con su sandwich y su café. Deportistas corriendo, ejecutivos pensando que harán después; y yo escribiendo en un viejo cuaderno con esta pluma que encontré en una fiesta entre las mangas de mi viejo abrigo negro y esperanzas y otros besos perdidos.
 La luz se apaga ante las cristaleras viejas, olvidadas. Observo un cuervo que se ha posado en el extremo de mi banco, esperando y que sin mas toma su vuelo rumbo a ti.

 12.50: Ha empezado a llover, estoy en la terraza de Pret a Manger, bajo los soportales observando la lluvia. Es una visión acojedora, para que es hora de volver a la ciudad. Aunque temo que voy a entonar el canto: 'I singin in the rain'

 16.41: Somos tres perfectos desconocidos, compartiendo café y mesa, mirándonos con ignorancia y despreocupación. Los extremos hacen como que trabajan, hacen que viven, el centro solo observa indiferente a la calle, a quienes hablan, pasean, discuten o se besan bajo la discutible luz de esta tarde. 

  Esta es una ciudad incierta, demasiado grande para intimar, demasiado caótica para pasar indiferente.