domingo, julio 19, 2009

Odio las ciudades que se paran....

Odio las ciudades que se paran, que deciden parar sus vidas ante la atenta mirada de la pasajera luz del domingo. Y pienso que habrá de cierto y verdadero en ese parón, en ese momento en que todos salen a las plazas y las calles a disfrutar del día como si no quedasen más horas por gastar ni más sonrisas que destruir. Y pienso, ¿necesitamos pararnos? Me agobia la idea de pararme, de girarme y no ser mas que un silencio entre sonrisas o una sonrisa silenciosa que no esta ni existe ni siquiera vive.
Odio las ciudades que se paran porque me obligan a pararme, y me obligan a sentir o pensar que tengo que frenar mis ansias por vivir, por descubrir y tenderme al sol mientras escucho voces lejanas que gritan insensateces como si fueran declaraciones de amor. Detesto escuchar mentiras susurradas entre miradas insinuantes. Me he cansado de suplicar cariño cada sábado noche entre cervezas y mentiras. Pastora ha muerto.
Odio las ciudades que no me dejan respirar, que me ahogan a cada paso, que aprisionan mis emociones y se apoderan de mis miradas, de mis sonrisas y mis palabras. Me siento vacía de mi misma. No puedo recuperar mi soledad.

Y no ser más que un silencio entre sonrisas o una sonrisa silenciosa. Pastora ha muerto. No puedo recuperar mi soledad.

Odio las ciudades que se paran y los hombres que obligan a que te pares con ellos. En esta ciudad no tengo fuerza para luchar o vivir o sentir. Mi libertad se ha cegado tras la mirada del abismo sin fondo. No hay cariño ni en un beso de dos borrachos desconocidos. Pastora ha muerto.

No hay comentarios: